martes, junio 21, 2011

Murakami no habla de peces, sino de personas grises y vacías

Ya el proceso de convertirse en uno de mis escritores favoritos ha ido de la mano del descubrirme que tenemos unas opiniones de la mujer (y del mundo) bastante parecidas.

Ahora estoy devorando "Kafka En La Orilla", que ya ha entrado en mi top3 del autor sin haberlo acabado y concuerdo en otro "discurso".

Os cito

"Sólo que ya estoy más que harto de la gente sin imaginación. De ese tipo de gente que T.S.Eliot llama "hombres huecos". Personas que suplen su falta de imaginación, esa parte vacía, con filfa insensible y que van por el mundo sin percatarse de ello. Personas que intentan imponer a la fuerza a los demás esa insensibilidad soltando, una tras otra, palabras huecas. Personas, en definitiva, como esa pareja de antes. Sean gays, lesbianas, heterosexuales, feministas, cerdos fascistas, comunistas, Hare Krishnas. A mí tanto me da. A mí no me importa la bandera que enarbolen. Lo que yo no puedo soportar es a esos tipos huecos. Y cuando se me pone uno delante no puedo aguantar. Acabo soltando más cosas de la cuenta. Antes, por ejemplo, hubiera podido dejar que hablasen. O llamar a la señora Saeki y permitir que ella se encargara del asunto. Ella lo hubiera solucionado con cuatro sonrisas. Pero yo soy incapaz de hacerlo. Acabo diciendo cosas que no debería decir, haciendo cosas que no debería hacer. No puedo controlarme. Ése es mi punto débil. ¿Y sabes por qué?

-¿Porque si te tomaras en serio a cada una de las personas sin imaginación que se te pusieran por delante no darías abasto?-pregunto.

-Exacto - dice Ôshima. Y con la goma del lápiz se aprieta suavemente la sien-. En realidad, es eso. Pero quiero que recuerdes una cosa, Kafka Tamura. Y es que los que mataron al novio de la adolescencia de la señora Saeki no fueron otros que esa clase de sujetos. Sujetos estrechos de miras, intolerantes y sin imaginación. Tesis desconectadas de la realidad, terminología vacía, ideales usurpados, sistemas inflexibles. Son estas cosas las que a mí, realmente, me dan miedo. Son estas cosas las que yo temo y odio con todo mi corazón. Es importante saber qué es correcto y qué no lo es, por supuesto. Sin embargo, los errores de juicio personales pueden corregirse en la mayoría de los casos. Si uno tiene la valentía de reconocer su error, las cosas, generalmente, se pueden arreglar. Pero la estrechez de miras y la intolerancia de la gente sin imaginación son igual que parásitos. Provocan cambios en el cuerpo que los acoge y, mudando de forma, se reproducen hasta el infinito. Y eso no hay manera de detenerlo. Y yo, semejantes sujetos, no quiero que entren aquí. -Ôshima señala las estanterías con la punta del lápiz. Se refería, por supuesto, a la totalidad de la biblioteca-. Yo no puedo tomarme a risa a gente como ésa."

Con esto, Ôshima se convierte en mi heroe del relato, después de montarles un pollo a 2 estúpidas que hacían una revisión a su biblioteca a ver si cumplía los canones de "Igualdad de sexos" y acabara desvelando que él, en realidad, nació en el cuerpo de una mujer, sin genitales, que se siente hombre, y le gustan los hombres también.
Cómo cojones le van a hablar a él de discriminación?

Olé!